lunes, 7 de noviembre de 2011

Los changarines de la caridad

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Fernando Héctor Fornerod fdp
Pcia. Roque Sáenz Peña - Chaco -



Los llamados a formar parte dela Familia de Don Orione, son interpelados existencialmente a encarnar lascaracterísticas de una acción caritativa muy particular. En efecto, losmiembros de la «Pequeña Obra», para Don Orione, no sólo sirven a Cristo en lospobres: ellos mismos quieren vivir como su Señor, corriendo la suerte de los«desamparados y excluidos».





[...] Mira, querido hijomío, que nosotros somos pobres y, viviendo con nosotros, tú también deberásllevar vida de pobre religioso por amor a Jesucristo, nuestro ejemplodivino: que nació pobre y vivió pobre: también murió pobre sobre una Cruz,privado hasta de un poco de agua. Pero Jesús, nuestro dulce Dios y Padre está en nosotros, y nuestra vida es feliz, porque nos basta tener a Jesús. [...][1]. 

Así como la caridad tiene porsujeto al pobre, amado por Dios en Cristo, los religiosos y también los laicos, imbuidos en esta acciónevangelizadora, transforman sus vidas en la presencia liberadora de Dios. Vivir lacaridad, en primer lugar no es sólo llevar a cabo una actividad; es tambiénabrazar un estado, una forma de pertenencia. Los hombres y mujeres de caridadson quienes se han dejado alcanzar por la gracia de la misericordia transformadorade Dios. 


[...] «Instaurareomnia in Christo!»es nuestro lema y programa: con la ayuda de Dios y a las órdenes de la Iglesia,nos pondremos a trabajar para renovar en la caridad de Dios a todos y todo.Pero, antes que nada, debemos, en Cristo, renovarnos a nosotros mismos en elíntimo del espíritu [...][2]. 



La expresión paulina instaurare omnia inChristo,hecho por Don Orione fuerza del apostolado, no es un programa saturado de activismo. Supone laaceptación profunda y radical de la propuesta de Jesús en la propia vida. Estatarea es vital, especialmente para los religiosos. Su principal apostolado es laconversión del corazón, anticipando el Reino en sí mismos y en el servicio delamor. La renovación interior y el servicio de la caridad, por la que el mundoes renovado, son dos momentos de un mismo movimiento: la configuración alSeñor.



Esta donación se traduce enamar y servir; en vivir y morir por Jesús, hasta la entrega – Don Orione usa lapalabra “holocausto” – de cada uno de nosotros. La medida del servicio poramor no está condicionada, ni siquiera por las necesidades de las personas alas que se deben socorrer y amar. La medida del amor es el mismo Amor: Dios,que nos ama en Jesús.


La disponibilidad en aceptarel don del Señor conlleva: la purificación en nuestra existencia de todoobstáculo que atenúe la presencia o disminuya la medida con la que ese don es dado a los demás. Por ello lacaridad debe transformar la existencia humana:

[...] Queremos enmendarnos: llegar a ser buenos religiosos, santos y verdaderosreligiosos; como es el deseo de tu corazón. Deseamos llegar a ser humildes,simples como los pastores, dóciles para contigo y para tu Iglesia, como suscorderitos; queremos amarte, y amarte tanto: consumirnos de amor por Ti y porlas almas. ¡Oh Jesús! Jesús mío, danos Caridad; lo demás:¡quítalo! [...][3] 


Este estado nuevo, fruto delcontacto con Cristo, se manifiesta con un titulo nuevo. En efecto, quienes seentregan a Jesús en el servicio a los pobres son los changarines de la Divina Providencia. Ellos, verdaderos servidores que haciéndose cargo solidariamente de sus hermanossufrientes, excluidos y desechados por la sociedad, viven y son caridad.








[1] Orione,L., «Caro mio figliolo nel Signore» (B. Marabotto),31.01.1912, c., ADO, Scr., 32,2; (EC., I, 200).
[2] Idem, ccir.,impr., ADO, Sccir., 12.1934; (L. II, 140).
[3] Ibidem;(L. II, 143). Don Orione transforma la primera parte del lema salesiano «Da nobisanima, coetera tolle!», por «Da nobis Charitatem, coetera tolle!»

sábado, 5 de noviembre de 2011

Amar hasta el final: Juan, Luis y Jesús Eucaristía

Fernando Héctor Fornerod fdp
Pcia. Roque Sáenz Peña
Chaco

Bien sabemos que Luis Orione fue un verdadero escritor. Lagran variedad de manuscritos, especialmente los que se refieren a sus primerosaños como fundador, nos ayudan a marcar las etapas del desarrollo de lareflexión en algunos temas más importantes, como son el fin de la congregación, losmedios de apostolado, los desafíos que le tocaba vivir, el horizonte de laIglesia hacia la construcción de una verdadera sociedad humana, entre otrostantos argumentos.



Ahora bien, la actividad apostólica desarrollada por LuisOrione no solamente tuvo características originales por su popularidad ycreatividad. Revela, también, el alma profunda de su estilo de vida cristiana.Su vida estuvo siempre atravesada por una espiritualidad definidacomo «espiritualidad de brazos arremangados». En efecto, en la aceptación de lavoluntad de Dios y en la caridad, es como Don Orione y su familia contribuyencon su apostolado a «Instaurare Omnia in Cristo», especialmente entrelos más pobres, que son el tesoro de la Iglesia. La noche del 22 de julio de1936 escribía a Don Carlos Sterpi desde Buenos Aires:
[...] 3° El fin particular y especialconsiste en propagar la doctrina y el amor a Jesucristo y a la Iglesia, especialmenteen el pueblo; atraer y atar con un vínculo dulcísimo y estrechísimo de mente ycorazón, a los hijos del pueblo y las clases trabajadoras, a la SedeApostólica, en la cual, de acuerdo a las palabras de San Pedro Crisólogo, «elBeato Pedro vive, preside y otorga la verdad de la fe a quien se la pide»(Epist. ad Eut. n. 2) y eso con el apostolado de la caridad entre los pequeñosy los pobres, mediante aquellas Instituciones y Obras de misericordia más aptasa la educación y formación cristiana de los hijos del pueblo, y a conducir lasmultitudes hacia Jesucristo y su Iglesia [...][1].
Todo estonos permite formular una clave de lectura que nos ayude a dar con elespíritu de cuanto él escribió. Efectivamente,  la conciencia orioninaplasmada en sus cartas, es fruto de la reflexión sobre la praxis pastoralacontecida. Por lo que los investigadores del carisma, tienen un enorme trabajopendiente que ofrecernos: el de iluminar los escritos de nuestro Fundador congestos particulares de su vida. Para que los hechos vividos por Orione, nos revelen el espíritu de sus dichos y escritos.
Quienes leyeron alguna de las biografías de nuestro PadreFundador, conocen algunos acontecimientos de su vida, que dicen más que mil palabras.Algunos fueron programáticos; y ¡hasta tantas veces proféticos! Habría muchos temas sobre los que podríamos escribir. Elegimos uno: Don Orione y la Eucaristía.
Todos nosotros sabemos delamor que Don Orione manifestó por la presencia Eucarística. Son muchos losrelatos que hablan del tiempo vivido delante del tabernáculo en actitud deadoración al Señor; de la frecuencia con la que lo recibía desde el tiempo deloratorio en Valdocco, hasta la piedad de la celebración de la Misa y de sudeseo de la adoración en los«Pequeños Cottolengos»[2]. Pero de entre tantos gestos eucarísticos, entre muchos, hayuno que se destaca: aquél vivido por Don Orione precisamente en1920, cuando celebró su veinticinco aniversario de ordenación sacerdotal. Esteauxilio paternal nos habla del amor por Jesús sacramentado.

Estamos hablandodel servicio que el mismo Don Orione cumpliera al seminarista Basilio Viano (1899-1920), mientras en el «Paterno» se estaba realizando lafiesta en honor del director de la Pequeña Obra. Don Orione decidió en esascircunstancias, celebrar sus bodas de plata sacerdotales asistiendo a uno desus hijos moribundo: el relato es conmovedor, semejante al contexto joánico dellavatorio de los pies:
[...] Aquí no se han hecho festejos.No permití hacerlos por mis 25 de sacerdocio. Aquel día debía pasarlo en Bra,en recogimiento y en el Señor; pero, en la víspera me acorde de que mi queridoamigo, el seminarista Viano empeoraba en su salud y tomé la determinación dequedarme en Tortona. Pasé la noche junto al lecho de Viano, y celebré por lamañana la Misa a los pies de la Virgen de la Divina Providencia; [...]Llegada la hora del almuerzo, te contaré como lo pasé. Viano continuabaempeorando, pero conservaba su lucidez. Desde algunos días atrás, aquel pobrehijo, a pesar de los medicamentos, no había mejorado. Hasta que, hacia elmediodía, padeció un relajamiento del cuerpo que lo superó, ya que ni él sepercató, ¡pobrecito! Entonces el seminarista don Camillo Secco (ahora es subdiácono) quehace de enfermero y que quizás siga siéndolo, levantó al querido enfermo ycambiamos todo: al lecho y al enfermo. De esta forma, mientras los demáscomían, yo, con agua tibia lo lavaba y limpiaba, haciendo con Viano, nuestro querido enfermo, aquellos oficios humildes, sí, perosantos: lo que hace una mamá con sus hijitos. Miré en ese momento al seminaristaCamillo, y vi que lloraba. Estábamos recluidos en la enfermería para evitar quenadie entre, mientras golpeaban con insistencia para que fuera rápido a almorzar.Yo estaba seguro de que lo mejor era cumplir con amor y humildad ese trabajosanto, de Dios, y me decía a mi mismo: ¡es mucho mejor esto, que todo lo que hepredicado en mi vida! [...] ¿Ves? ¡Con este amor nos amamos entre nosotros![...][3]
ElP. Luis Heriberto Rivas, nos ayuda a comprender el lugar que ocupa la UltimaCena en el evangelio de Juan:
El Evangelio de Juan no tiene unanarración de la “última cena” como la que se encuentra en los sinópticos.Mientras que para éstos se trata de la cena pascual en la que participan Jesúsy los Doce, Juan se refiere a una comida que tiene lugar la noche anterior a lafiesta de la Pascua. [...] El relato del capítulo 13 no describe los incidentespropios de la cena de los sinópticos (entrega del pan y del vino ...), sino quecentra su atención en el lavado de los pies, un hecho desconocido por los otrosevangelios. [...] La narración del lavado de los pies está hecha prácticamentesin comentarios. [...] El relator puntualiza que Jesús “se levanta de lacena”. Este no se trata de un dato superfluo, porque está mostrando lonovedoso del gesto. La acción de Jesús tendrá otro sentido. La tarea de lavarlos pies a los comensales, reservada a los sirvientes, a la luz de lastradiciones judías podía ser interpretada como un gesto de suntuosahospitalidad cuando era asumida por los dueños de casa. [...] sin embargo,mediante el gesto de lavar los pies a sus discípulos, entre los cuales está eltraidor y el que lo va a negar, Jesús está mostrando el “amor hasta el fin”por el cual entrega su vida para “lavar” totalmente “a los suyos”.El “amor hasta el fin” no se deja ver sólo en el acto de humildad, sinoque abraza también el lavado que Él realiza en los discípulos para que estospuedan ser partícipes de su gloria. Solamente aceptando ese acto de amor sepuede llegar “a tener parte con Él” participando de su vida eterna[4].



Aquel gesto hacia el clérigo Viano fue "mejor que todas las prédicas". No era la última cena en el Cenáculo; se trataba de un almuerzo para festejar las bodas de plata sacerdotales. Don Orione no bajó a almorzar, porque no había mejor forma de celebrar esa fecha que sirviendo a uno de sus hijos enfermo. Y este tipo de servicio, que hace presente a Jesús, no es unhecho aislado en la vida de Luis Orione. Recordemos cuando él, en la santa misaofreció su vida a cambio de la salud de Don Bosco, moribundo; o cuando asistióa Mons. Claudio Andrè la noche previa a su propia ordenación[5].La misa y el servicio de caridad en Luis Orione, no fueron sino dos momentos de una única celebración eucarística, presencia real de Jesús.

Así como Jesús entrega su vida hasta el fin, así también enlos gestos de entrega de Luis Orione, podemos entrever a Jesús que nos lava lospies a nosotros. La caridad, el servicio hecho por amor; sin otra medida quesin medidas, hace presente a Jesús servidor, tan real como lo está en el Panconsagrado. Por lo que, el amor de Don Orione a Jesús Eucaristía, no puedesepararse del servicio de caridad. Es más: es su mismo contenido.




[1] Orione, L., CC., FDP, sf., 1936, odac., calo., ADO, Scr.,59,21c. Cf. Idem,a C. Sterpi, 22.07.1936, noche, c., ADO, Scr., 59,27.
[2] Venturelli, G., «Don Orione, apostolodell’Eucaristia e suscitatore di adoratori». Sobre lainiciativa de Don Orione en Turín de los ermitaños de la Adoración CotidianaUniversal Perpetua, ve. DOPOIII, 42-61. Gemma, A., «Don Orione, anima eucaristica».
[3] Orione, L., aF. Casa, 01.06.1920, c., inc., ADO, Scr.,29,116-119; (L. I, 191-195:om.); el original de esta carta se encuentra en el Monasterio de S. Maria deSão Paolo (Brasil); véase la reserva de esta escena íntima que Don Orione nohace referencia a ella en una carta circular comunicando la muerte de BasilioViano cf. Idem, ccir., 19.04.1920, L.I, 161-174.
[4] Rivas, L., Elevangelio de Juan. Introducción, teología, comentario, Buenos Aires,Ediciones San Benito, 2008, 366-370.
[5] Sobre el ofrecimiento de su propia vida: DOPO I, 301 ss.;del servicio a Mons. ClaudioAndrè: DOPO II, 162 no. 5e.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

La vida y misión como peregrinar

Fernando Fornerod
Pcia. Roque Sáenz Peña
Chaco
Aplicandolos conceptos que hemos visto en la primer parte de nuestra exposición ("La vida y misión como llamado"), podemosconcluir que cuando quitamos del horizonte de nuestra vida y entrega a losdemás, en el fondo es porque decidimos no caminar más. ¿Por qué podría sucederesto? Uno de los motivos para dejar de peregrinar es la desesperanza. Unejemplo paradigmático es el episodio vivido por Elías; quien después deltriunfo del desafío con los falsos profetas de Baal tuvo miedo, huyó. Mas tardeviendo los resultados de sus acciones, fue a sentarse bajo una retama, ydeseándose la muerte, dijo “basta ya, Yahveh” (1Re 19,3-5).
La huida,es una alternativa suicida a la construcción del horizonte de sentidoexistencial. En el Sagrada Escritura, se narran dos experiencias emblemáticasde esta situación; una en el AT: Jonás que planea huir a Tarsis para noinvolucrarse en la liberación de Nínive (Jo 1,3 ss.); la otra, en el NT: losdiscípulos que entristecidos vuelven a Emaús, porque después de lo que ocurrióen Jerusalén ya no hay que nada, o mejor dicho, nadie quien esperar (Lc24,1ss).
En DonOrione encontramos también una experiencia semejante: una huida como la deJonás. Pero para Don Orione, Buenos Aires, fue la Tarsis y el Emaús de laexperiencia bíblica. El contexto del siguiente fragmento orionino está tomadode una carta personal fechada el 1 de agosto de 1936; Don Orione desdela capital argentina, ignorando los motivos de la intervención pontificia delAbad Emanuel Caronti, relaciona ésta con los acontecimientos por los que habíaescrito, dos años atrás, a Mons. Simón Pietro Grassi; entonces explicó al Abad lasmotivaciones profundas que lo llevaron a venir a América Latina:
[...] Y aquí me parece conveniente manifestar en formareservada a su Excelencia, que, cuando dejé Italia, no vine a América sólo conla intención de visitar las casas que la Pequeña Obra de la Divina Providenciaya poseía aquí, sino que sin confesárselo a nadie, ni siquiera a Don Sterpi,para no causarle un dolor todavía más grave, me he arrojado al mar, como sifuese un Jonás, con la esperanza de que mi alejamiento, calmase las olasfuriosas, y salvado la barca de mi pobre Congregación. Y además era necesarioque yo me alejara para interponer un acto claro, en salvaguarda de mi buennombre. Desde hace cuatro años que vengo esperando en vano, en silencio, enoración y confianza, que se dijese una palabra de defensa de una horriblecalumnia, divulgada en la Diócesis y fuera de ella, semejante a la del viciosoSacerdote Florencio. Viendo que, entonces, era inútil esperar, he creído quedebía seguir el ejemplo de San Benito, que abandonó Subiaco, y se retiró a Montecassino.Por lo que desaparecí silenciosamente de Tortona, aprovechando la ocasión delCongreso Eucarístico. Y, dejando la Congregación en buenas manos, puse mi causaen las manos de Dios[1].
Elhorizonte de sentido existencial aparece cuando en mi rostro están los rostrosde quienes son los destinatarios de mi existencia, llamado y vocación. Cuandoen mi rostro están tallados los rostros de mis hermanos del Pequeño Cottolengo,de los hogares, de las escuelas y misiones en las que vivimos entregandonuestras vidas. Porque no peregrinamos a lugares: peregrinamos a los hermanos yhermanas y en ellos peregrinamos al Otro, que es Dios.
Y así como la novedad del Reino se pone de manifiesto en elamor a los pobres y en su liberación, esta caridad es la confesión de fe másprofunda de la presencia salvífica de Cristo en la historia. En esta perspectiva entendemos laintensidad heroica con la que Don Orione vivió su pasión apostólica en favor delos hombres. Su ardor, por hacer que todos sean alcanzados por este amor deJesús, lo llevó a pedirle la gracia de alcanzar los más alejados; losexcluidos; los que son considerados por el mundo como desperdicios: y Luis Orione peregrinó a los otros,abrazando la condición de Jesús; tallando en su rostro el sufrimiento de sus hermanosen su propio corazón:
[...] Por lo tanto, Dios mío, presérvame de la funestailusión, del diabólico engaño que yo, sacerdote, deba ocuparme exclusivamentede quien viene a la Iglesia y a recibir los santos Sacramentos; de las almasfieles y de las mujeres piadosas [...] Sólo cuando esté desecho de cansancio ymuerto tres veces corriendo y llamando a los pecadores y también a los Escribasy Fariseos, solamente entonces podré buscar algún reposo entre los justos [...]2].
Pero más adelante en los años, Luis Orione siente que estono es suficiente:
|3| [...] La perfecta alegría no puede estar sino en laentrega de uno mismo a Dios y a los hombres, a todos los hombres, a los másmiserables como a los maltrechos, físicamente o moralmente; a los alejados, alos culpables, a los adversarios. Colócame, Señor, en la boca del infierno,para que yo, por tu misericordia, la cierre. Que mi secreto martirio por lasalvación de las almas, detodas ellas, sea mi paraíso y mi suprema bienaventuranza [...][3].
Sentir la herida ajena como propia me hace peregrinar a losotros. Para estar allí; y curarme curando. Llegar al infierno y cerrar suspuertas, no es sino llegar al corazón del pecador con la autenticidad del amormisericordioso del Padre en las manos tiernas de su madre la Iglesia. Cerrar laboca del infierno es llegar al corazón del pecador, con el amor de Cristo, paraque en este diálogo se pueda liberar el corazón del hombre prisionero delpecado, aislado de la presencia de Dios (“Nosotros sabemos que hemos pasadode la muerte a la Vida, porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permaneceen la muerte” 1Jn 3,14). Romper este aislamiento a donde ha sido conducidoengañado el hombre, donde el pecador sufre sin encontrar el amor y la felicidadque se ilude hallar fuera de Dios[4].
Cerrar la boca del infierno, es quitar con el amor transformador todos losobstáculos que impiden a la gracia de Dios vivir la alianza de comunión con elhombre. Es vivir la caridad, el amor por los hombres sus hermanos que lo llevaa pensar estar separado de Cristo con tal de que experimenten el amor de Dios(“Yo mismo desearía ser maldito, separado de Cristo, en favor de mishermanos, los de mi propia razaRom9,3). Es mostrar un rostro verdadero de la Iglesia, porque ella aún siendo castaes también meretrix, es decir causa de la caída de los hombres. Laactitud de Cristo de no descender de la cruz, de seguir abrazando la humanidadmarcada por el pecado, muestra un horizonte inaudito: Cristo ha querido amar loque la sociedad considera «un desecho» y ante quienes se voltea el rostro. Masesto, no lo consideró suficiente: Dios mismo en Cristo ha querido ser desecho,manifestando de ese modo su predilección y la autenticidad de su amor por elhombre.
[...] Oh Jesús, en verdad tú has sido el desecho delmundo y en esto nuestros queridos pobres del Pequeño Cottolengo se asemejan un poco a ti. Oh Jesús, tuprimer pueblo te ha rechazado y no quiso recibirte. Te convertiste en el granRepudiado. Tú no has tenido otra cosa que una gruta abierta a la intemperie: Túeres el Primero de los pobres del Cottolengo[5].
Pero el otrogran obstáculo para peregrinar es la tristeza; y es una tentación muysutil, ya que en realidad más que desviarnos del camino, lo terrible de latristeza es invitarnos a detenernos; a no peregrinar más. Sospechando yentristecidos que Dios no cumpla sus promesas anunciadas (“El les dijo:«¿Qué comentaban por el camino?». Ellos se detuvieron, con el semblante triste”Lc 24,17). Y ¿paraquién nos soñó el Señor? Luis Orione ¿hacia quiénes nos llamó a peregrinar?
[...] En nombre de la Divina Providencia, he abiertolos brazos y el corazón a sanos y a enfermos, de toda edad, de toda religión, yde toda nacionalidad: junto con el pan material, hubiera querido darles atodos, pero especialmente a nuestros hermanos más sufridos y abandonados, eldivino bálsamo de la Fe. Muchas veces he sentido a Jesús junto a mí, muchasveces lo he como entrevisto a Jesús en los rechazados y en los más desdichados.Esta Obra es tan querida al Señor que parecería ser la Obra de su Corazón; ellavive en el nombre, en el espíritu y la fe grande en la Divina Providencia: elSeñor no me ha mandado a los ricos sino a los pobres, a los más pobres, y alpueblo[6].
Aquítenemos nosotros orioninos la clave de nuestro aporte a la espiritualidad decomunión; a la espiritualidad eclesial. Hospedar y dejarse hospedar por elotro; por el rechazado, por el “desamparado”. En categorías paulinas, estopodría decirse que es la caridad que edifica la Iglesia, porque es la caridadla que salva el mundo. Ensíntesis, para Don Orione, la caridad, es el espíritu de la misión; porello debe transformar la existencia humana:
  • |2| [...] Queremos enmendarnos: llegar a ser buenosreligiosos, santos y verdaderos religiosos; como es el deseo de tu corazón.Deseamos llegar a ser humildes, simples como los pastores, dóciles para contigoy para tu Iglesia, como sus corderitos; queremos amarte, y amarte tanto:consumirnos de amor por Ti y por las almas. ¡Oh Jesús! Jesús mío, danos Caridad; lo demás:¡quítalo! [...] [7]
Quiera el Señor quitarnos todo aquello que no sea caridad suya, para experimentar una autentica alegria: servirlo en nuestros hermanos. Y también, con ellos, sentirnos amados por El.

[1] Orione, L., a E. Caronti, 01.08.1936, Summ.,§ 563; seconserva también de esta carta una minuta, donde se agrega en estepárrafo: «[...] en buenas manos, las de Don Sterpi, me refugié». Idem, a E. Caronti, 01.08.1936, mi., ADO,Scr.,19,91-92; con otra carta al mismo destinatario, fechada el 19 de agosto,explicita la causa de la calumnia: «En cuanto al hecho doloroso que me afecta yque, en un primer momento pensé que hubiera provocado la visita suya, es cosaun poco extensa para contar. No quisiera resultar demasiado prolijo [...] Undía llega el correo, y Don Sterpi no estaba en casa; [...] leo. En un primermomento no entendía de qué se trataba. La cosa me parecía extraña. Después caíen la cuenta. Él [Mons. Bacciarini] enviaba a Don Sterpi el testimonio juradode un Párroco suyo, el de Melide (no era Don Bornaghi) el cual contaba que supotener en su casa a dos sacerdotes de la Diócesis de Tortona, de los cuales unoera Arciprete, y que había escuchado que Don Orione , cuando estuvo en Messinaen calidad de Vicario General, después del terremoto habría frecuentadoun prostíbulo, y que se encontró su nombre en los registros de la casa [...]» Orione, L, a E. Caronti, 19.08.1936, Summ., § 564.
[2] sf., mi., ADO, Scr., 118,18]; Papasogli,G., Vita di Don Orione, 288, no. 1.
[3] 25.02.1939, ma., fotogr., ADO, Scr.,115,200-201; (IC.,330).
[4] [...] «eldiablo – dice Bernanos – que puede tantas cosas, no llegará jamás a fundar suiglesia, una iglesia que pone en común los meritos del infierno, que pone encomún el pecado. De aquí hasta el fin del mundo será necesario que el pecadorpeque solo, siempre solo». Esta parroquia muerta que, unánimemente, al fin delsermón se muere de risa, es una parroquia de muertos, de cuerpos enputrefacción, de caos y de cieno primitivo que forma el sedimento del infierno.Cf. Balthasar,H. U., Teodramatica, 382.
[5] DOr 1 (1968) 10, citado en: Ferronato, E., «L’inno dellacarità», 30.
[6] ccir, of., «Cari miei fratelli efigliuoli in Gesù Cristo, che vi trovate a Montebello», 24.06.1937 en, Bressan, G., «La lettera della fede»,18-19; (L. II, 463).
[7] ccir., impr., ADO, Sccir.,00.12.1934; (L. II, 143). DonOrione transforma la primera parte del lema salesiano «Da nobis anima,coetera tolle!», por «Da nobis Charitatem, coetera tolle!».